DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS

BUEN ESPIRITU Y MAL ESPIRITU

(ESTE VALIOSO MATERIAL ES ESTRAIDO DE LA ESCUELA DE ESPIRITUALIDAD CONVIVENCIA CON DIOS, OBRA DEL SJ PADRE ALBERTO IBANES PADILLA)



QUE HACEN:


BUENO: Cuando aquí hablamos de buen espíritu nos referimos a las mociones que provienen del Espíritu Santo o de los ángeles o de nuestra propia naturaleza bien inclinada. .
MALO: Por la misma razón, cuando hablamos de mal espíritu incluimos las mociones que provienen del demonio, del mundo pecador o de nuestra propia naturaleza corrompida (1 Jn 2, 14-16; 3, 8).
BUENO: Sólo Dios puede obrar directamente sobre el entendimiento, la voluntad o la sustancia del alma. En cambio los ángeles, los demonios o los hombres influyen sobre los sentidos, los sentimientos o la imaginación. Ayer tratamos de hablar de la “invasión divina” o “consolación sin causa precedente”. Y advertimos que después de ese instante, lo que viene podría ser también de nuestra reflexión natural o de origen diabólico.
MALO: El malo actúa en varios niveles. los primeros sontentación y opresión. La tentación es una incitación al mal. La opresión es una falta de alegría interior y de libertad para obrar el bien. No se debe confundir con la enfermedad ni con la voluntad pecaminosa. Yo pienso: “No sé que me pasa, tengo como un peso”. Igual que si el diablo me estuviera pisando un pie: me deja mover el resto del cuerpo, pero no tengo plena libertad. Él puede controlarme si lo dejo entrar por preocupaciones excesivas, miedo, dudas, pesimismo, descontento, queja, celos, suspicacia, supersticiones, egoísmo, chismes, ira, enojo contra Dios.
El diablo se porta como león rugiente, según la comparación de San Pedro (1Pe 5, 8) Ronda cerca nuestro, busca a quien devorar, pero lo más que
puede hacer es rugir, para meter miedo. Por eso, lo que nos toca hacer es resistirle, firmes en la fe.
El diablo es como un perro atado. Dios le ha puesto límites muy fijos. Si nosotros no nos acercamos a él no nos puede morder. Nadie comete un pecado mortal si no quiere.
Se parece también a una mujer que discute con un hombre. Dice San Ignacio de Loyola “Es propio de una mujer desanimarse y huir si un hombre la enfrenta; por el contrario, si el varón retrocede, su ira y su ferocidad son muy grandes”. Con el diablo no ha y que achicarse (Sant 4, 7).
También se parece a un mago. Los prestidigitadores te entretienen: nada por aquí, nada por allá... y en el momento menos pensado, te hacen trampa. El diablo me trae la tentación cuando estoy más desprevenido. Para ello, una de sus habilidades es más grandes es hacer creer que no existe o que no se mete con la gente, o que es un “pobre diablo”: así puede trabajar sin resistencia.
Se parece a un Don Juan. Esos tipos que quieren seducir a una chica, primero le exigen: te voy a decir un secreto, pero no se lo vayas a contar a tu padre o a tu marido. Cuando consiguen que la chica les prometa secreto, se sienten seguros. Por eso, uno se libra de muchos engaños si tiene la decisión de no ocultar nada a su consejero espiritual.
También actúa como estratega: El diablo sabe encontrar donde está la “fisura del muro” –nuestros puntos débiles- para atacar por allí en el momento oportuno.
BUENO: El buen espíritu respeta nuestra responsabilidad: es muy caballero.
 MALO: El mal espíritu pretende sojuzgar nuestra personalidad, apasionarnos
hasta que perdamos la responsabilidad.
BUENO: A los fervorosos da consolación y fortifica.
MALO: ¿Qué dice la hoja? A los fervorosos intenta acobardarlos: “¿Cómo vas a aguantar toda la vida tanta oración?” o al contrario, envanecerlos: “¡Qué bien lo haces! Eres el mejor”.
BUENO: A los tibios los estimula: los anima al mismo tiempo que los corrige.
MALO: ¿Qué hace a los tibios? Los entretiene con apegos humanos, hasta el momento en que lanza un ataque por sorpresa en los puntos más débiles. No
BUENO: A los malos les infunde remordimientos, para la conversión.
MALO: A los malos los deja satisfechos con sus pecados.
BUENO: El buen espíritu a veces “se oculta”, pero nunca se disfraza de mal espíritu. Vale decir: retira las consolaciones sensibles, para purificar, enseñar, consolidar. Es lo que decíamos ayer: la desolación puede venir de Dios para nuestro bien.
MALO: El mal espíritu a veces se disfraza de ángel de luz, como dice San Pablo (2Cor 11, 14). Es decir, propone un buen comienzo para llegar a mal fin. En la vida espiritual son bastante frecuentes los engaños de esta clase. El que está más expuesto a caer en ellos es el que se cree demasiado seguro (1 Co 10, 12; Gal 6, 1).

 QUE DICEN:






BUENO: El buen espíritu inspira ideas verdaderas, fructuosas, espirituales. 
MALO: El malo inspira ideas falsas o frívolas (es decir huecas), mundanas. 
BUENO: Humildad, docilidad, rectitud de intención.
MALO: Vanidad, obstinación, intenciones torcidas.
BUENO: Caridad mansa y desinteresada.
MALO: Celo amargo y farisaico. “¡Debería darles vergüenza! ¡Cómo permiten que esa gente entre en la Iglesia!” (Lc 19, 7-10; Mc 3, 3-6).
BUENO: Pureza, entendida aquí como vivir santamente la sexualidad, amor a la cruz de cada día, perseverancia.
MALO: Impureza, rechazo a la cruz, inconstancia.
BUENO: Dios puede inspirar verdades o virtudes incompletas. Por ej., conducir del ateísmo al protestantismo. Si uno sigue siendo fiel a las inspiraciones, irá ascendiendo en el camino de la luz. En la Biblia Dios no reveló toda la verdad de una vez. En el A.T. había muchas enseñanzas incompletas. Dios quiere conducir hasta la verdad completa, pero se acomoda a la capacidad de cada cual. “Dios por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe”, como enseña el Concilio (Ad Gentes 7).
MALO: Sobre una inspiración divina, el diablo puede añadir algún elemento malo. Con eso se hace más difícil discernir. Por ej., Dios me inspira hacer un acto de caridad, pero el diablo me incita a envanecerme o a realizarlo con imprudencia. La falta del final no quiere decir que todo haya sido inspirado por el diablo.

QUE DEJAN:


BUENO: El buen espíritu deja amor, tolerancia, benignidad, bondad.
MALO: El malo, intolerancia, rencor.
BUENO: Templanza, dominio de las pasiones, equilibrio, paciencia, perseverancia.
MALO: Excesos, queja, desaliento, turbación.
BUENO: Gozo, paz, confianza en Dios.
MALO: Amargura, desesperación, confianza en sí mismo o en ayudas terrenales.
BUENO: Sencillez de corazón, apertura de alma, fidelidad.
 MALO: Cerrazón, egocentrismo.
BUENO: Claridad, libertad interior, discreción.
MALO: Tinieblas o falsa luz, opresión, fanatismo, obstinación.
BUENO: El buen espíritu produce crecimiento espiritual. Sin embargo pueden persistir algunas faltas, que provengan de defectos naturales, de hábitos
anteriores o de fragilidad accidental, con tal de que aumenten las virtudes o los esfuerzos por luchar contra la flaqueza. No podemos pensar que un convertido volvió al reino de las tinieblas porque tuvo una resbalada en el mal hábito anterior.
MALO: El mal espíritu produce declinación, descenso en el camino espiritual. Dijimos que el diablo puede disfrazarse de ángel de luz; ahora precisamos que un acto aparentemente bueno puede venir del demonio cuando quita alguna cosa mejor, induce a hacerla mal estorba el fruto anterior. Por ej., un sacerdote se entusiasma tanto con el apostolado matrimonial que decide formar un hogar para dar ejemplo a otros matrimonios.
BUENO: Eficacia sobrenatural para bien de la Iglesia: cualquier fruto apostólico que produzcamos, si proviene del Espíritu Santo, edifica la Iglesia.
MALO: En cambio el malo, lo contrario: destrucción del Cuerpo Místico de Cristo: el mal espíritu intenta combatir los valores sobrenaturales. A veces produce éxitos aparentes que sirven para confundir a los fieles o para ensoberbecer al apóstol.
BUENO: Apertura para con los carismas de los otros. El que está movido por el buen espíritu se deja ayudar y sabe reconocer el buen espíritu en los demás.
MALO: El que está movido por el mal espíritu rechaza el mensaje divino que llega por la comunidad o por los representantes de Dios.
BUENO: El remordimiento que deja el buen espíritu es más profundo, más sólido. Se refiere a la ofensa contra Dios, no sólo a la vergüenza de haberla cometido. Sobre todo, incluye el deseo de repararla descubrirla con humildad para buscar el remedio. Si yo no resisto a esa voz de Dios, no me causa desesperación, sino paz y aliento.
MALO: El del mal espíritu no se refiere tanto a la falta cuanto a la vergüenza de verme en ella. (“¡Qué tremendo! ¡Qué pensarán de mi!”). Trae inquietud, desaliento.

BUENO: La gracia mística suele ser una experiencia inconfundible. El mismo Espíritu Santo da testimonio de su verdad, como la luz se muestra a sí misma. Sin embargo, en un segundo momento me pueden venir temores de haber sido engañado. Y esto por humildad, o por ignorancia, o porque otros me meten dudas.
MALO: Una estrategia del Maligno es imitar las bendiciones de Dios, pero desviando su finalidad. A esa imitación de la gracia mística se le da el nombre de ilusión diabólica. ¿Qué pasa en ese caso? En el momento de la ilusión diabólica suele haber inquietud, cierta alarma de que eso no es bueno. Pero luego el mal espíritu me infunde obstinación, fanatismo, y yo acabo convenciéndome de lo que al principio no era tan claro.
BUENO: Para terminar, un consejo de San Juan de la Cruz: No recuerdes golosamente las visiones, perfumes, audiciones: si son de Dios producen bien por el hecho mismo de llegar al alma, pero son ocasión de engaño si luego las andas saboreando. Hay algunos carismáticos que se olvidan de esta recomendación: cuentan a cualquiera sus visiones o les dan una importancia substancial.
MALO: Y éste es un consejo de San Ignacio: Cuando descubras una serie de pensamientos engañosos, repiensa el proceso para descubrir las tácticas del diablo. Quizá tus ideas comenzaron con algo bueno, por ej., “yo tengo que ayudar a establecer la justicia”. Después vino un engaño: “en estos tiempos hay que jugarse: Cristo no quiere cobardes”. Y todo terminó en una abierta desviación: “me voy a hacer piquetero para acabar con los que se oponen a la revolución social”.

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