La conversion

La Conversión

Arrepientanse y conviertanse para que sus pecados sean
borrados: Hech 3,19.


La conversión no se limita a un cambio de moral. Eso seria
muy poco. Es un cambio; no por nuestras fuerzas y propósitos,
sino por la fe que nos conduce a entregar nuestro ser pecador a
Jesus y compartir su vida de Hijo de Dios. El comienza a amar.
servir y actuar en nosotros y a través nuestro. Entregamos a
Jesus nuestra vida, tal y como esta, a cambio de la suya de Hijo
de Dios. Sobre todo le entregamos nuestra debilidad, nuestros
ídolos que lo han suplantado y renunciamos a toda rebeldía
que nos separa de Dios
.
En la conversión cambiamos nuestra vida por la de Jesus. Se
le da la espalda al pecado, pero sobre todo se presenta la cara a
Dios; o mejor dicho, se le ofrece el corazón.

Otro aspecto de la conversión es el siguiente: vivir como
hijos. Algunas personas han centrado su cristianismo en estar
alejados del pecado, pero no tienen la alegría de vivir en fiesta,
aun en medio de las adversidades de la vida.

Cuando se habla de la conversión de San Pablo, no se
refiere a que haya dejado su vida de pecado, pues sabemos
que era un ferviente fariseo y fiel cumplidor de los 613
mandatos de la ley judía. Saulo de Tarso se convirtió de justo a
hijo. A raíz de su encuentro personal con Jesus en e! camino de
Damasco, comenzó a vivir no tanto como siervo cumplidor de
los mandatos de su amo, sino como hijo de Dios, con derecho a
la herencia de todos los santos.

Todos necesitamos de la conversión. De una nueva
conversión. Por esta razón, cada discurso kerygmatico,
después de presentar a Jesus muerto, resucitado y glorificado,
siempre culmina haciendo un llamado al corazón del hombre
para que responda mediante la fe y el arrepentimiento: Hech
2,27-38; 3,19; 4,4; 5,31; 10,43; 13,38-39; Cf: Lc 24, 46-48.
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La fe y la conversión se manifiestan en la vida, o no
son tales

La fe se manifiesta en la conversión, que es un cambio de
vida. Movidos por la fe que nos da la certeza de nuestra victoria
sobre el mundo, renunciamos a todo pecado, idolatria y criterios
de este mundo, para someternos cien por ciento bajo el poder
del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el
que cree. En otras palabras, se confiesa a Jesus como
SALVADOR y se le proclama SENOR.

Se confiesa a Jesus como el único y total SALVADOR de
toda la humanidad, pero de manera particular de cada uno de
nosotros, renunciando a cualquier otro medio de salvación que
el mundo ofrezca.

Proclamar a Jesus SENOR, significa rendirse totalmente a el,
para que de ahora en adelante el tome el timón de nuestra vida
y dirija cada paso de nuestra existencia.

Jesus nunca impartió un tema sobre la fe a Pedro.
Simplemente le dijo "sigueme", y espero a que Simón dejara
redes y barca. Otra mañana en la que Simón Pedro habi'a
bregado, intentando pescar algo sin conseguirlo, le ordeno:
"echa las redes"; y el pescador lo hizo confiando no en su
propia experiencia de pescador, sino "en la Palabra del Senor".
En otra ocasión que había sido sorprendido en alta mar por
unos vientos traicioneros que amenazaban hundir la frágil
embarcación, Jesus vino a ellos caminando sobre las aguas.
Cuando se hallaba a cierta distancia, se dirigió a Simón con
autoridad pidiendole un paso en fe: "ven". Pedro saltó de la
barca de su seguridad y comenzó a dirigirse hacia Jesus,
caminando sobre las aguas. El pescador que conocía los
hondos secretos del mar, confio mas en el carpintero, que en
sus propias posibilidades.

Esta es la fe que salva en cada circunstancia de la vida.
Innumerables casos del Evangelio, por no decir que todos,
manifiestan como una expresión de fe desata la acción salvifica 

Cristo Jesus: el ciego de Jericó Lc 18,38, la sirofenicia Mc 7,26-30, 
el centurión romano Lc 7, 2-10, el paralítico Mc 2,5 

 el padre del epiléptico Mc 9,24.

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